Los contornos del azar. (Mi historia de 缘分 con China)

Por Violeta Nadurille

Violeta escribió su historia también en inglés.

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Existe, en chino, un concepto llamado yuánfèn que hace referencia a la creencia de que hay hechos que confluyen para que algo suceda, una especie de predestinación en las relaciones o incluso afinidades. Algo así como la idea de “destino”, aunque esta última no es, en mi opinión, lo suficientemente vasta para abarcar todo lo que implica la definición del verdadero yuánfèn. Es, pues, en este concepto que baso mi relación con China: Una serie de eventos inesperados que me llevaron a acercarme al idioma, la cultura y finalmente a la gente de este increíble país.

Soy Violeta, una maestra de español suiza-mexicana que trabaja en Shenzhen, y esta historia es un breve recuento de los acontecimientos que me han llevado a donde estoy hoy.

 

Disfrutando el sol de la tarde en nuestro balcón (2022)

De México a China: Un viaje al otro lado del planeta

Al crecer en una familia bicultural, mi curiosidad y sensibilidad hacia los idiomas nunca faltaron. Sin embargo, nunca imaginé estudiar chino. Mi viaje a China comenzó de manera bastante esporádica y nació, en realidad, de un impulso repentino en una tarde de ocio. Mirando retrospectivamente todas las cosas quye puedieron haberme unido a este místico país, lo atribuyo al yuánfèn. Podría remontar mi conexión con el chino a mi infancia, cuando cada cumpleaños les pedía a mis padres que me llevaran al único restaurante chino de la ciudad. O cuando pegué la imagen de mi zodiaco chino en el anuario de la preparatoria. Pero no puedo atribuir ningún mérito a estos hechos más bien fortuitos, reflejo del poder del yuánfèn. Sin embargo, no fue hasta la universidad que aprendí sobre China. En una tarde cualquiera, me topé con el horario de cursos de idiomas de la universidad publicado en un boletín. Por proceso de descarte, porque el italiano y el portugués me parecían demasiado “simples”, terminé oprtando por inscribirme al curso de chino.

Mi página del libro anual con los caracteres 平 y 龍 (2006)

Dos horas al día, cinco días a la semana, la profesora Yiwen Xu, una shanghainesa simpatiquísima, sembró la semilla de mi amor por China, su idioma y su cultura. Hacia finales de ese año, una gran oportunidad tocó a nuestras puertas. La universidad había firmado acuerdo con la Universidad de Estudios Internacionales de Beijing (BISU) y se seleccionarían dos estudiantes para un intercambio académico de un año. Recuerdo el momento en que la profesora nos compartió la noticia como si fuera ayer. Puedo recordar claramente cómo salté de mi asiento y salí corriendo del salón de clases para llamar a mis padres y pedirles que “hicieran changuitos” por mí. De pronto, de la nada, había surgido una posibilidad que jamás, ni en mis más remotos sueños, hubiese considerado: ¡viajar a China! Después de un par de semanas, la emoción se disipó y comencé a dudar de las posibilidades de obtener la beca. No tenía conexiones (sí, el guanxi también es tradición en México). Hacia el final del semestre, ya había perdido toda esperanza. Ni siquiera envié todos los documentos necesarios. Pero el yuánfèn hizo su trabajo. La profesora había enviado mi aplicación, y el día de San Valentín de 2009 me informaron que me habían otorgado la beca. ¡El viaje estaba programado para el 8 de marzo!

Mientras estudiaba chino en la universidad, me hice amiga de estas estudiantes de intercambio para practicar (2009)

Recuerdo vívidamente mis primeras impresiones de la Capital del Norte. Aterricé a las 10 de la mañana de un domingo muy contaminado, con temperaturas muy por debajo de cero. Mis primeras imágenes de la ciudad fueron de gente deambulando, tirando la basura, fumándose un cigarro, desayunando o simplemente paseando, vestidos con lo que parecían pijamas. ¡Qué impresión! Luego llegaron todas esas otras imágenes tan características del choque cultural… Las letrinas, los pungentes aromas, las multitudes por doquier, las miradas inquisitivas, los tradicionales hutongs junto a la inesperada modernidad… y podría seguir nombrando una miríada de cosas fascinantes que me tomaron un tiempo comprender, pero de las que terminé enamorándome.

Una de las primeras ocasiones en las que salí a explorar Beijing. Aún caían nevadas tremendas a mitad de marzo. (2010)

Beijing me cambió la vida. Experimentar las cuatro estaciones por primera vez, compartir el día a día con compañeros de clase de decenas de países diferentes, algunos de los cuales ni siquiera podía ubicar con precisión en un mapa. Parecía irreal, como un pedazo de ficción en la trama de mi vida. Me enamoré tan profundamente de mi vida en Beijing que solicité y logré, contra viento y marea, extender mi estadía por un segundo año.

Visité el pueblo natal de mi mejor amiga china en julio de 2011. Ocho años más tarde, ella sería mi dama de honor.

Celebramos tantos cumpleaños juntos en nuestro lugar favorito con el grupo de amigos más multicultural. (Mayo 2011)

 

Del salón a la oficina: Trabajar en una compañía china

Volví a México en 2012, pero una parte de mi se quedó estacionada en el lejano oriente. Aunque estaba ocupado poniéndome al día con la universidad, busqué todas las oportunidades posibles para practicar mi chino. Comía comida china casi todas las semanas. Pasaba las tardes viendo 非诚勿扰, pensaba en China todos los días. Después de graduarme, el yuánfèn tocó a mi puerta una vez más. Una publicación en internet anunciaba la búsqueda de personas con nivel avanzado tanto de chino como de español para laborar en una empresa internacional.  Mi reacción inicial fue: “Mi nivel de chino no es avanzado”. No tenía confianza alguna  en mi chicno oxidado, pero después de dudar unos días decidí que no tenía nada que perder (aparte de miànzi), así que envié mi CV sin muchas esperanzas. A las dos semanas recibí una llamada. El joven que me entrevistó también era graduado de BISU. ¡Qué coincidencia!

Conseguí el trabajo en una empresa petrolera china en el sureste de México. No fue mi título en francés lo que me abrió las puertas al mercado laboral, sino mis dos años en Beijing. Con esta experiencia, aprendí sobre China desde una nueva perspectiva: el entorno corporativo.

Con algunos de mis compañeros de COSL en una feria en el sur de México. (Abril 2015)

De vuelta al salón de clases: Por amor a China

Siempre quise hacer una maestría, y siempre quise volver a China. Lo que no sabía es que haría las dos cosas al mismo tiempo. Mientras trabajaba, comencé a buscar becas. Para marzo de 2016, había enviado mi solicitud. Sin saber el resultado del proceso de selección de la universidad, compré un vuelo sin reotrno a Beijing y presenté mi renuncia. Recibí mi carta de aceptación de la Universidad de Nankai dos semanas después de haber dejado la empresa. Fui aceptada con una beca completa durante tres años.

En agosto de 2016 aterricé en el AIB y, al bajar del avión, sentí como si hubiera vuelto a casa. Es una sensación difícil de dibujar con palabras, como si hubiese escapado de una realidad para aterrizar en otra, en un mundo alterno, un sueño que nunca dejé de soñar. Mi llegada a Tianjin se sintió más como una simple mudanza a una nueva casa que como una transición a una realidad completamente diferente al otro lado del planeta.

Esta mudanza marcó el comienzo del resto de mi vida. Conocí a mi esposo en una red social. Nunca creí en las citas en línea, pero estaba aburrida y quería hacer nuevos amigos. El yuánfèn estaba trabajando duro, otra vez. El amor creció entre nosotros bastante rápido. Para 2019 habíamos firmado nuestro «pequeño libro rojo» y organizamos una boda tradicional en la zona rural de Hebei. Nuestro matrimonio ha sido un viaje por las montañas. Avanzamos lento, hemos subido muchas cuestas y descendido de muchas colinas, pero disfrutamos del maravilloso paisaje a lo largo del camino. Aprendemos a conocernos un poco más cada día, y vamos fusionando nuestras culturas y abriendo nuestros horizontes.

My parents and in-laws at our very Chinese wedding (2019)

 

Desde 2020, vivimos en Shenzhen con dos gatos y una pecera. Y mientras disfrutamos de la vida en el bullicio de esta ciudad ultramoderna, pensamos con ilusión en un futuro en México. Aunque no sabemos cuándo, sabemos que en algún momento le tocará a él sumergirse en mi cultura y descubrir de dónde vengo: un pueblito en la costa de Oaxaca, en el sur de México. Nos vemos paseando por la playa cada amanecer con un perro persiguiendo las olas, tal vez un par de chiquillos jugando en la arena, y nuestros recuerdos de China siempre presentes en nuestras conversaciones matutinas. Algún día, si nuestro yuánfèn lo permite.

Algunos de mis queridos estudiantes (2021)

 

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